Escúchame;
se cómo te sientes: necesitas comer eso, sino no podrás continuar.
Tu alma se bifurca en dos caminos, en dos personas, en un ángel y en un demonio.
Una te repite que tienes el control de ser lo que quieras, de escoger ganar, de
decidir si huir o pelear. Eres fuerte, tu mente se mantiene pura y valiente.
Tienes la capacidad de vivir como deseas.
Pero la otra parte se esconde tras los tics nerviosos en las
manos, golpeando con fuerza. Está, pero no la ves. Se acerca con una sonrisa
amistosa, “Solo comerás un trocito de eso y luego te irás, ¡lo prometo!”, “Te
lo mereces”, “Es inofensivo, ¡luego harás ejercicio o no comerás!”, “COME,
COME, COME, MIRA, ESO ESTA RICO”. Cuanto más caso le haces, más poder toma, más te ensucias, más te contaminas, cuanto más comes se incrementa el nerviosismo, el ansia, el descontrol. Tu
cerebro grita, “PARA, PARA, POR FAVOR PARA”, pero tus demonios tienen más voz,
más fuerza, son más agresivos, no tienes el control. Están ganando, y ni siquiera
fuiste consciente de cuando les entregaste el control. Su amabilidad inicial se
va tornando en agresividad, te gritan, te repiten “NO PUEDES, NO PUEDES CON
NOSOTROS, SIEMPRE GANAMOS, SIEMPRE FALLAS. MÍRATE, DAS ASCO. ERES REPUGNANTE.
TE DUELE EL ESTÓMAGO, VAS A REVENTAR Y ME ENCANTA VERTE ASÍ.”
Entonces solo queda llorar desconsolada, preguntarte
sucesivas veces con voz quebrada, “¿Porqué, porqué lo has hecho?¡¡PORQUÉ!!”.
Llorar, y volverte a prometer que mañana no lo harás.
Y así se cierra el círculo vicioso, donde al día siguiente
volverás a fallar, y a fallar, y a fallar... Hasta que mueras…
O decidas escucharte, a ti, no a quién crees que eres, un
monstruo devorador. Tú no eres tus demonios, tú eres lo que quieras ser.
"Mira la luz, pequeña. Obsérvala, tan pura, tan fuerte, obsérvala porque es toda tuya… obsérvala porque esa luz
eres tú.”·
Así que ahora
sal de la cocina, no le tiendas la mano a tus demonios, quienes te sonríen y
preguntan “¿Quieres postre? ¿Un trocito de pan?”. Escucha a quienes te quieren
y te cuidan, no a quienes lentamente te matan.
Sal, huye o enfréntate.
Recuerda
porque haces esto. Por él, por tu familia, por tus amigos, por tus sueños, por
tu salud física y mental;
Pero ante
todo recuerda que esto lo estás haciendo por ti.

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