Es curioso, pero miro hacia atrás y no puedo evitar esbozar
una sonrisa.
Este chico me ha marcado muchísimo, y todos los momentos que he
vivido con él han sido perfectos a su imperfecta manera.
No puedo imaginarme
este último medio año sin su compañía, que diferente hubiese sido todo sin sus
bromas, sin sus palabras de afecto, sin sus juegos, sin sus besos, sin sus pupilas
en mi mirada, sin sus manos en mi cuerpo.
Ha sido una gran etapa en mi vida: el primer amor. Pero amor
de verdad, no lo que creí amor cuando no fue mutuo o solo se supo hacer daño.
Veo nuestra relación como la fragancia de un perfume:
La
nota de cabeza fue perceptible con tan solo mirar unas simples fotos, unos
simples comentarios. Totalmente desconocidos. Las primeras semanas, el primer
mes, comenzamos a conocernos, a deleitarnos descubriendo la persona que se
escondía tras esa fría pantalla. Es increíble como puede producirse tanta química
a tanta distancia y con nulo contacto físico.
El corazón del perfume, los primeros meses, enero y el crudo
invierno lejano. El sentimiento se hace profundo, se hunde en nuestros
corazones y se expande como la tinta en el agua. No creí conocer mayor
felicidad y dicha que la de esas noches plagadas de tiernas palabras, largos
besos y tímidas risas que se ahogaban en el zumbido que provocaba el tráfico de
la ciudad. Fui la persona más feliz del planeta en ese momento. Todo lo que no
tuve, lo que no me atreví a soñar o lo que jamás salió de entre mis labios; tú,
cariño, has sido mi mejor regalo.
Y quizás ahora nos encontremos en la base del aroma, en las
débiles notas que perduran en nuestras vidas y en nuestras almas. La eterna
esencia marcada por los kilómetros, el tiempo, la monotonía, el saber
demasiado, la muerte de la magia y el miedo a un fin en esta fragancia.
Ya no me miras con ese brillo en tus ojos castaños,
ya no
sonríes involuntariamente,
ya no me buscas en tu cama por las noches,
ya no canta
el ruiseñor en tu garganta,
ya no exiges mi compañía,
ni desesperas por el
contacto de nuestra piel.
Solo se conserva lo primitivo, la necesidad de placer
carnal y la supervivencia en un mundo de soledad.
Tengo la sensación de que ya no quieres mi compañía, tan
solo quieres simple compañía porque te aterroriza volver a estar solo.
O quizás soy yo, que a pesar de lo que pude llegar a pensar,
mi cascara se conserva vacía, y mi corazón pequeño como una semilla.
Quizás soy
yo, que a pesar de lo que pude llegar a pensar, sigo igual de rota y marchita,
y ni el amor ni la compañía me curan.
Quizás sea yo, quizás seas tú,
tan solo se que me dueles cada día más.


No hay comentarios:
Publicar un comentario