viernes, 14 de junio de 2013

Dudas-


Es curioso, pero miro hacia atrás y no puedo evitar esbozar una sonrisa. 

Este chico me ha marcado muchísimo, y todos los momentos que he vivido con él han sido perfectos a su imperfecta manera.
 No puedo imaginarme este último medio año sin su compañía, que diferente hubiese sido todo sin sus bromas, sin sus palabras de afecto, sin sus juegos, sin sus besos, sin sus pupilas en mi mirada, sin sus manos en mi cuerpo.

Ha sido una gran etapa en mi vida: el primer amor. Pero amor de verdad, no lo que creí amor cuando no fue mutuo o solo se supo hacer daño.

Veo nuestra relación como la fragancia de un perfume:

La nota de cabeza fue perceptible con tan solo mirar unas simples fotos, unos simples comentarios. Totalmente desconocidos. Las primeras semanas, el primer mes, comenzamos a conocernos, a deleitarnos descubriendo la persona que se escondía tras esa fría pantalla. Es increíble como puede producirse tanta química a tanta distancia y con nulo contacto físico.

El corazón del perfume, los primeros meses, enero y el crudo invierno lejano. El sentimiento se hace profundo, se hunde en nuestros corazones y se expande como la tinta en el agua. No creí conocer mayor felicidad y dicha que la de esas noches plagadas de tiernas palabras, largos besos y tímidas risas que se ahogaban en el zumbido que provocaba el tráfico de la ciudad. Fui la persona más feliz del planeta en ese momento. Todo lo que no tuve, lo que no me atreví a soñar o lo que jamás salió de entre mis labios; tú, cariño, has sido mi mejor regalo.

Y quizás ahora nos encontremos en la base del aroma, en las débiles notas que perduran en nuestras vidas y en nuestras almas. La eterna esencia marcada por los kilómetros, el tiempo, la monotonía, el saber demasiado, la muerte de la magia y el miedo a un fin en esta fragancia.

Ya no me miras con ese brillo en tus ojos castaños,
 ya no sonríes involuntariamente, 
ya no me buscas en tu cama por las noches,
 ya no canta el ruiseñor en tu garganta, 
ya no exiges mi compañía,
 ni desesperas por el contacto de nuestra piel. 
Solo se conserva lo primitivo, la necesidad de placer carnal y la supervivencia en un mundo de soledad.
Tengo la sensación de que ya no quieres mi compañía, tan solo quieres simple compañía porque te aterroriza volver a estar solo.

O quizás soy yo, que a pesar de lo que pude llegar a pensar, mi cascara se conserva vacía, y mi corazón pequeño como una semilla. 

Quizás soy yo, que a pesar de lo que pude llegar a pensar, sigo igual de rota y marchita, y ni el amor ni la compañía me curan.













Quizás sea yo, quizás seas tú,

tan solo se que me dueles cada día más. 




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